«El eterno asombro», de Pearl S. Buck


La autora de este libro, Pearl S. Buck (1892-1973), fue hija de misioneros y pasó gran parte de su vida en China; allí están ambientadas muchas de sus novelas, como Viento del este, viento del oeste (1930) y La buena tierra (1931). En 1938 obtuvo el premio Nobel de Literatura. El eterno asombro se publicó de forma póstuma en 2013.

El protagonista de la novela es Randolph Colfax, al que conocemos desde que se halla en el vientre de su madre. Poco a poco, descubrimos que Randolph es un niño de una inteligencia fuera de lo común, lo que hoy llamaríamos un superdotado, y este hecho parece ser la causa de sus principales conflictos. Sin embargo, el incidente detonador surge cuando su padre empieza a enfermar y luego muere. Randolph ─llamado primero Rannie y más tarde Rann─ siente entonces una gran soledad, ya que siempre ha tenido más afinidad con su padre que con su madre. Así, en su búsqueda del sentido de la vida, el joven se dirige a Nueva York, Inglaterra ─donde mantiene una intensa relación con lady Mary─, París y Corea. Finalmente, conoce a Stephanie Kung, una joven brillante de la que se enamora.

El título del libro hace referencia al asombro que percibe Rann al conocer las cosas, así como a la recomendación de su padre de que nunca pierda esa capacidad, según un proceso que aparece claramente expuesto en la narración: «Esa es mi manera de aprender: primero veo, luego me asombro y finalmente conozco.»

Buck estaba trabajando en El eterno asombro cuando falleció, y ya en el prólogo del libro ─escrito por uno de sus hijos adoptivos, Edgar Walsh─ se nos explica que no pudo ser corregido por la autora. En efecto, al leerlo percibimos algunos defectos o inconsistencias. En ocasiones la obra se asemeja más a un borrador, ya que algunos pasajes parecen resúmenes de escenas sin desarrollar. En otras, pareciera que la novela mejoraría si se suprimieran ciertos detalles.

Pese a ello, el libro presenta virtudes y rasgos de interés, y aparecen en él algunos pasajes más o menos memorables, como estos dos sobre el conocimiento: «Los libros son el atajo perfecto hacia el saber total. No lo puedes aprender todo por propia experiencia. Usa la experiencia para poner a prueba lo que hayas aprendido antes en los libros...». «A su debido tiempo me superarás, puesto que aprendes de tus errores, según he observado, y lo haces todas las veces. Te enseñas a ti mismo y esa es la auténtica forma de aprender.»

O este otro:

Debes mantenerte al margen y ser la clase de persona que quieras ser. De este modo, alguien, en alguna parte, se cruzará en tu camino para demostrarte que todas las cosas bellas deben ser buenas, y cuando esa persona se cruce en tu camino la sabrás reconocer, pues habrás conocido a otras muchas antes, y estarás preparado para un relación duradera, que es, en sí misma, la más profunda satisfacción que conocen los hombres.

Lo ideal, en general, es haber leído las obras previas o las más importantes de un autor, antes de abordar un título como este, publicado de forma póstuma y que no pudo ser debidamente corregido. Como no es el caso, no he podido establecer una comparación con otras creaciones de la autora, si bien, posiblemente, la mayoría de las debilidades del libro se deban a esa falta de revisión final. Una novela, entonces, recomendable sobre todo para los seguidores de Pearl S. Buck, aunque también interesante, en cierta medida, para otros lectores.

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