Dos pequeños enigmas

─¡Qué gran libro podría hacerse, señor Ciro, con lo que se sabe!
─Otro mucho mayor todavía se haría con lo que no se sabe
─respondió Ciro Smith.
Jules Verne

Si tuviéramos que hacer una clasificación de los enigmas o misterios culturales ─por llamarlos de alguna forma─, podríamos dividirlos en grandes y pequeños. En la categoría de grandes enigmas podría colocarse, por ejemplo, el origen de los gitanos o el modo en que se construyeron las pirámides de Egipto. Hasta donde sé, sobre estos temas existen distintas especulaciones, pero ninguna certeza. Son misterios tan populares que, por eso mismo, han perdido tal vez cierto interés.

George Meredith
Por otra parte, existe cierto tipo de enigmas que surgen principalmente de la lectura, y con respecto a los cuales bastaría quizá una investigación más o menos minuciosa para que desaparecieran. Sin embargo, por no ser algo que necesitamos resolver de forma acuciante, o por simple pereza, muchas veces se mantienen en nuestra mente en forma de misterios. Recuerdo en este momento dos de esos misterios menores.

El primero de ellos surgió hace ya muchos años. Leía un libro de ensayos de Robert L. Stevenson y, en uno de los ensayos, el autor daba un ejemplo para esclarecer una idea. Decía Stevenson que se le había preguntado a George Meredith, en su lecho de muerte, a quién representaba el protagonista de El egoísta; y que Meredith había respondido: "El egoísta somos todos". Algo me pareció extraño en esa historia, pero no en la historia en sí, sino porque tuve la sospecha de un dato anacrónico.

Busqué la fecha de muerte de Meredith y descubrí, en efecto, que había muerto en 1909, es decir, quince años después que Stevenson. Entonces, ¿cómo podía hablar Stevenson de la muerte de Meredith, si su propia muerte había sido anterior? ¿Es que la expresión "lecho de muerte" tenía otra acepción, distinta a la que se refiere al momento en que fallece una persona? ¿Pensaba Stevenson, al momento de escribir el ensayo, que su colega había muerto ya?

La dama del armiño. Hacer
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El segundo enigma se relaciona con dos pinturas de Leonardo da Vinci. La dama del armiño (1485-90) es un retrato de la joven Cecilia Gallerani, amante de Ludovico Sforza. Desde un punto de vista compositivo, en este cuadro se observa una rotación de los volúmenes que establece una estructura helicoidal. Este recurso está dado por la oposición entre el tronco y el giro de la cabeza, lo que da al retrato una sensación de movimiento que, a su vez, parece reforzado por la mirada de la joven hacia un punto lejano.

La Belle Ferronière (1490-95), por su parte, fue el nombre que se le dio a otra pintura de Leonardo, si bien algunos críticos niegan al pintor la paternidad de esta obra. Al parecer, el título de la pintura es incorrecto, ya que la mujer retratada sería en realidad Lucrezia Crivelli, amante asimismo de Ludovico Sforza. También en este retrato se observa un efecto rotatorio ─aunque menos pronunciado que en La dama del armiño─, determinado por un suave giro de cabeza y una sugestiva mirada que evita la del espectador.

La Belle Ferronière
Hasta aquí no parece haber ninguna cuestión enigmática, más allá del nombre erróneo de la segunda pintura. El enigma aparece, sin embargo, cuando volvemos a observar el retrato titulado La dama del armiño. Si nos fijamos con detenimiento en el ángulo superior izquierdo, notaremos una inscripción un poco borrosa en la que puede leerse: "LA BELE FERONIERE. LEONARD DAWINCI"; es decir, el título que se da comúnmente al otro cuadro. La grafía es algo distinta a la de los nombres con los que hoy se conoce tanto a la pintura La Belle Ferronière como al artista, y es posible que la inscripción haya sido agregada por otra persona, pero eso no explica por qué lleva el nombre que en teoría le corresponde a la otra pintura.

Y así termino la exposición de estas cuestiones. Nunca me tomé el trabajo de intentar resolverlas, pero por el mismo hecho de ser misterios susceptibles de resolución, continúan produciéndome cierta curiosidad. Mientras tanto, mantienen su propio encanto en forma de pequeños enigmas.

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